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Manual para elegir un buen candidato
Juan Camilo Puentes
hace 5 horas
3 Min. de lectura
En pedagogía se suele utilizar el modelo de competencias como el fundamento de todo proceso de enseñanza y el marco de referencia para valorar los resultados de aprendizaje. De manera general, puede entenderse como un conjunto de conocimientos, habilidades, experiencias y actitudes que permiten al educando desarrollarse personal, académica y socialmente. De ahí, que el modelo de competencias se componga de tres dimensiones que funcionan de manera integral e interdependiente: el «ser», el conocimiento sobre la propia vida; el «saber», el conocimiento del mundo que nos rodea; y el «hacer», el conocimiento que pone en práctica lo que somos y lo que sabemos.
A la política, entendida en un sentido pragmático, le hace falta mayor educación. En principio, todo gobierno democrático necesita de ciudadanos educados, informados y reflexivos. La regla es simple: a mayor educación, mayor consolidación democrática. Sin embargo, la educación no solo es una obligación para los ciudadanos, sino también, para el otro extremo de la ecuación representativa: los políticos. Sin ella, difícilmente podríamos tomar buenas decisiones y alcanzar el bien común. Así las cosas, y vaticinando el entuerto de las próximas elecciones en Colombia, creo que una herramienta eficaz para elegir buenos gobernantes la podemos encontrar en el modelo de competencias.
Hay algunos candidatos que afirman que la ética no tiene nada que ver con la política. Cualquier estudiante de primer semestre de ciencia política diría lo contrario. Aristóteles nos recuerda que la política, como la ciencia más noble de todas, no es más que la culminación de la ética. En otras palabras, ambas se encuentran estrechamente relacionadas: las acciones virtuosas del ciudadano hacia la consecución del bien común (que para Aristóteles es la felicidad), es la mejor forma de actuar para nuestro propio bien. Por ende, el ser, esa mirada introspectiva que se traduce en la construcción de un sistema de creencias y valores, es indispensable para lograr un buen gobierno y, en últimas, el bienestar general.
Por otra parte, tenemos el saber. A todos nos gustaría que nuestros gobernantes fueran los mejores. Para Platón, eran los filósofos. Para nosotros, posiblemente, sean los más preparados. Pero ello, en el fondo, también guarda una mirada elitista de la política. Hay quienes se jactan de tener títulos de pregrado, posgrado y doctorado y terminan siendo, como dice el dicho popular, unos completos tarados. Hay otros que demuestran tener muy buenas ideas y razones sin ningún respaldo académico. Indiferentemente de lo uno o de lo otro, creo que el saber para efectos de esta columna debe comprenderse como la capacidad de leer críticamente el contexto, de instruirse de las diversas disciplinas científicas, humanistas y artísticas, de proponer soluciones realistas e innovadoras ante los graves problemas nacionales, pero, sobre todo, de conocer ampliamente la naturaleza, las características y el funcionamiento de la democracia, la participación ciudadana y el Estado social de derecho.
Finalmente, saber sin hacer se convierte en un completo despropósito. Es importante que los gobernantes ejecuten sus ideas. O, más concretamente, que no se queden enfrascados en narrativas idílicas sobre el poder sin lograr concretizar aquello que han planteado. No obstante, es necesario que este hacer se enmarque en el contexto democrático. Hacer no puede convertirse en imponer y pasar por encima de los controles institucionales que ejercen otras ramas del Estado, incluso, de la misma ciudadanía. De lo contrario, sería un hacer efectivo pero autocrático que, en vez de favorecer la consolidación democrática, terminaría erosionándola (concentración de poderes, violación de derechos, restricción de las libertades, etc.) tal y como está ocurriendo actualmente en algunos países.
En definitiva, la elección de un buen candidato es difícil y no existe un manual perfecto para tal fin. Creo que en Colombia pasa lo que Giovanni Papini aseveraba sobre la literatura: los políticos que deberían lanzarse al ruedo no se lanzan, los que se lanzan no son elegidos, y los que son elegidos gobiernan mal. Aun así, la sociedad civil juega un rol preponderante. Este pequeño manual (ser, saber y hacer) no es en lo absoluto ni prescriptivo, ni taxativo, ni definitivo. Es, ante todo, una invitación a pensarnos concienzuda y responsablemente nuestro papel en el proceso de toma de decisiones. En tiempos hipermodernos es necesario comenzar a tener otros criterios de elección más allá del ruido, el vacío, la perorata y el espectáculo de las contiendas electorales.
Recomendado de fin de semana: hay un texto bellísimo al que suelo volver constantemente. Para mí, es una de las mejores invitaciones para adentrarse en el maravilloso, intrincado y, como siempre, enigmático mundo de la filosofía política. Editorial Crítica lo publicó bajo el nombre de Introducción a la filosofía política, aunque se puede conseguir más fácilmente en Colombia, editado por la Universidad de Antioquia, bajo el título de Filosofía política: conceptos y textos. La autora: Victoria Camps.
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